- Estoy en el loquero verdad?. - Estas en un lugar donde ayudamos
a las personas con problemas?- dijo con el tono más convincente posible. -
Vaya, que estoy en el loquero. - Es que no crees que tengas ningún
problema?. - Supongo que sabrá que este es mi segundo intento de suicidio!
Supongo que debo tener unos cuantos problemas. - Por que crees que lo
has hecho?. - Usted es el médico, por que cree que lo he hecho?. -
Sabes una cosa?. - El que?. - Yo creo que en realidad no
querías matarte. - Pues lo disimulo bastante bien, no cree?. -
Si, estoy bastante seguro de ello. - Usted sabrá, a mi me importa
una mierda. - Sabes que has dormido durante cinco días. - Bueno,
pues ya son cinco días menos. - Como dices?. - Nada, no digo
nada!. - Tus padres han estado muy preocupados, no te duele verlos sufrir
así?. - Sufrir?, usted no sabe lo que es sufrir! Ellos no saben lo que
es sufrir!, márchese!, márchese y déjeme solo. - De acuerdo pero esta
tarde continuaremos nuestra charla, tenemos mucho de que hablar. Puede que la
semana que viene ya puedas ver a tus padres. - Le he dicho que se marche!
Es que no me escucha! Fuera de aquí!- le dijo al médico mientras hundía la
cara en la almohada, conteniéndose las lagrimas.
El médico salió de la
habitación y todo volvió a quedar en silencio. Pasó un buen rato así, llorando
contra la almohada con gemidos contenidos y sordos. Después, volvió a estirarse
por completo sobre la cama mientras se limpiaba las lagrimas con la sábana y se
relajaba. Una suave música clásica empezó a salir de un altavoz colocado en la
habitación al otro extremo de la cámara, le tranquilizaba, incluso le agradaba
y pudo volver a pensar con normalidad. Pensó en todo lo que le venía por delante;
charlas interminables con ese sonriente psiquiatra, visita de sus padres, llanto
de su madre, visitas del resto de la familia, mas charlas con el loquero, visita
de los amigos y, poco a poco, reincorporación a su vida habitual pero, sin descuidar
una estricta medicación. Pensó también en la cicatriz de su muñeca, en que aspecto
debería tener bajo el vendaje, se la imaginó grotesca, probablemente mucho mas
grande de lo que era en realidad, algo horrible a la vista de cualquiera, horrible
a su propia vista. Pero pese a todas esas cosas, y muchas mas, que se le pasaron
por la cabeza en ese momento, no podía dejar de darle vueltas y más vueltas a
la frase del médico: Yo creo que en realidad no querías matarte, y el que sabía!
Por muy buen psiquiatra que fuese lo conocía desde hacia solo cinco minutos y
ya se veía con la autoridad de afirmar algo como eso: tu no quieres matarte!,
imbécil! Estúpido! Idiota! Y el que conyo sabía!, y además, lo peor de todo era
con que seguridad lo afirmaba, con esa absurda sonrisa en los labios: Tu no quieres
matarte!, y el como podía saberlo!.
Un aire fresco entro por la ventana
entreabierta a su derecha, hubiera podido notarlo si no estuviera tan absorto
en sus pensamientos, pensamientos que giraban ya en torno a una sola idea: Cuantos
metros de altura podían haber entre la ventana y el suelo empedrado de la calle?.
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