El triunfo
del PSOE en las elecciones del pasado 14 de marzo ha vuelto
a exaltar en Salamanca los ánimos de unas autoridades salmantinas
que creen amenazada la Unidad del Archivo de la Guerra Civil.
Tras la toma de posesión de Zapatero se puede volver a una
situación parecida a la que se produjo en 1995 cuando la ministra
Carmen Alborch inició un proceso de negociación con la Generalitat
de Cataluña en orden a iniciar un proceso de devolución de
algunos documentos.
En estos
momentos en Salamanca estamos viviendo un clima de enfrentamiento
con Cataluña. En la prensa salmantina pueden leerse titulares
como los siguientes: "Maragall abre el fuego", "Maragall desenfunda",
etc. Por su parte los políticos locales declaran enfáticamente
una y otra vez que "defenderán la unidad del Archivo con todos
los medios a su alcance". A juzgar por el clima de crispación
existente se diría que la ciudad se dispone a organizar su
defensa como si fuera Móstoles en vísperas del 2 de mayo de
1808.
En estas
circunstancias, y dada mi condición de historiador, me he
sentido en la obligación de recordar que el emplazamiento
del Archivo en Salamanca fue puramente circunstancial. Se
debió a que nació en 1937 en el seno del Cuartel General de
Franco y en aquel entonces este personaje de infausta memoria
residía en la capital charra, ciudad desde la que podía dirigir
la Guerra Civil con la seguridad de que si era derrotado podría
alcanzar la frontera portuguesa para beneficiarse del asilo
dictatorial de Oliveira Salazar.
Este Archivo
nació para reprimir el republicanismo, para castigar cruelmente
a personas cuyo único delito era haber defendido el sistema
de libertades políticas instaurado por la II República. Tras
la conquista de Bilbao, en junio de 1937, las tropas franquistas
incautaron documentación de instituciones como el Gobierno
Vasco, la Generalitat, o los Ayuntamientos; así como de partidos,
sindicatos y particulares. La información obtenida era utilizarla
en juicios sin garantías contra procesados inocentes. Como
consecuencia de estos procesos fueron fusilados muchos miles
de personas.
Desgraciadamente,
después de 65 años de terminada la Guerra Civil y cuando han
transcurrido casi tres décadas desde la muerte de Franco,
todavía no se ha podido condenar en las Cortes Españolas la
sublevación de los militares fascistas en 1936, porque la
mayoría del PP en la legislatura anterior se opuso. Pocas
víctimas de la dictadura han sido indemnizadas por los daños
que sufrieron. Las escasas ayudas económicas han llegado muy
tarde y se han administrado cicateramente. Aquí mismo, en
Salamanca, todavía existen cadáveres insepultos de fusilados
que no han merecido todavía la atención de ninguna autoridad
pública que se ocupe de enterrarlos adecuadamente.
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En el
caso de las personas, organizaciones e instituciones a las
que se les incautó la documentación no se les ha reconocido
derecho alguno y todo continúa como si los vencedores poseyeran
"derechos de conquista". En este archivo hay documentos procedentes
de 17 provincias y ninguno de ellos tiene relación con Salamanca,
porque lamentablemente en esta ciudad se levantó el ejército
el día 19 de julio de 1936 y desde ese mismo día comenzaron
las detenciones y fusilamientos. Todo se hizo tan aceleradamente
en aquellos primeros meses de la Guerra Civil que las desgraciadas
víctimas no tuvieron ocasión de presentar sus descargos, ni
siquiera en juicios de parodia. Directamente se les fusiló,
por tanto no hubo papeles y tampoco hizo falta archivo.
En el
año 1995, el entonces muy anciano Gonzalo Torrente Ballester,
en una desafortunadísima intervención que hizo desde el balcón
del Ayuntamiento exigió al gobierno de Felipe González que
no devolviera los documentos porque eran "derechos de conquista".
Ahora ya no se oyen cosas similares, pero los políticos locales
insisten mucho en la "unidad del archivo". Como ciudadano
me preocupa que no se haga justicia a quienes fueron incautados
de sus documentos injustamente y como historiador quiero que
se conserve toda la información necesaria para conocer nuestro
pasado; pero sinceramente en estos tiempos de tan perfeccionados
adelantos tecnológicos es totalmente compatible la restitución
del patrimonio documental a sus legítimos dueños con la salvaguarda
de la unidad archivística. Basta con digitalizar los documentos,
después de catalogarlos convenientemente.
Por otra
parte, contrasta el esfuerzo realizado por los políticos salmantinos
en defensa del Archivo de la Guerra Civil con lo poco que
hacen para mantener en condiciones idóneas el Archivo Municipal,
sobre cuya gestión tienen ellos una responsabilidad directa.
El mencionado archivo carece de instalaciones propias y en
estos momentos sus fondos están dispersos por varios locales,
alguno de ellos es un sótano en el que la investigación histórica
resulta muy difícil o imposible.
Dicho
de otra manera, quien firma estas líneas considera que el
problema del Archivo de la Guerra Civil es fundamentalmente
un problema político que espera un encauzamiento adecuado
con la acción del nuevo gobierno y de las todas las partes
implicadas en el asunto. Resuelto el problema político, no
faltarán historiadores y archiveros, capaces de solucionar
los problemas técnicos.
En cuanto
a los políticos que desarrollan su actividad en una provincia
con una de las tasas de envejecimiento poblacional más altas
de Europa y con una de las rentas "per cápita" más bajas del
Estado español estamos seguros que no les va a faltar materia
en la que ocuparse aunque se solucione el problema del Archivo
de la Guerra Civil.
José Luis
de las Heras |